Transcribo a continuación la primera parte de esta clase.
La posición docente: moldes, modulaciones
Michel Foucault caracterizó a las sociedades modernas como sociedades disciplinarias, cuya organización se configura en torno de espacios de encierro, con la prisión como modelo analógico de estos espacios. Como ustedes recordarán, Ignacio Lewkowicz afirmaba que -a través de un lenguaje común- se asegura la eficacia de la acción del Estado, en la medida en que la prisión, la escuela, la familia, configuran una red de unidades interdependientes de refuerzo mutuo. Por su parte, Gilles Deleuze afirma en su célebre Postcriptum sobre las sociedades de control que, en la modernidad tardía, "las sociedades de control están sustituyendo a las disciplinarias". Para este autor, los centros de encierro habrían entrado en una crisis tan generalizada como terminal "terminal hasta que se hayan instalado las nuevas fuerzas que están llamando a la puerta". Hoy en día resulta fácil reconocer esa crisis generalizada en muchos espacios de nuestras vidas, en particular para quienes nos proponemos habitar el ámbito educativo, en el día a día de la escuela.
En este marco, tendremos en cuenta que el pasaje del Estado al mercado y del disciplinamiento al control cobran forma en otras mutaciones que lo concretan: de la fábrica a la empresa, del saber a la información, de la producción al consumo, de las instituciones a las organizaciones, de la formación a la capacitación.
"Tal vez sea el dinero lo que mejor exprese la diferencia entre ambas sociedades, puesto que la disciplina siempre se remitió a monedas moldeadas que encerraban oro como número patrón, mientras que el control refiere a intercambios flotantes..." Gilles Deleuze. Del molde a la modulación la presencia del Estado se desvanece, tal como se evidencia en el uso creciente de las tarjetas.
Deleuze sostiene que si la lógica del disciplinamiento obedecía a la idea de molde, la del control responde a la noción de modulación. Veamos: los espacios de encierro son entidades discretas, que marcan la vida del individuo en forma sucesiva: de la familia a la escuela, y de ésta a la fábrica ("de vez en cuando al hospital y eventualmente a la cárcel" ironiza Deleuze). Aunque con un lenguaje común, los centros de encierro se caracterizan por los lenguajes analógicos, imprimiendo en los individuos una forma única: el molde. Como ocurre en la fábrica, en la que el salario es definido para cada tarea (para todos los que realizan la misma tarea) y expresa la relación óptima entre la mayor productividad y el menor costo. Los sistemas de control y sus mecanismos u operaciones de funcionamiento, en cambio, son fundamentalmente continuos y nos interpelan de modo simultáneo, operando como un lenguaje numérico, siempre variable. Es el caso de la empresa, en la que el salario se determina incluyendo incentivos, competencias (el empleado del mes, del año, del día), niveles de productividad individual, presentismo, etc. etc. etc.
El molde, entonces, imprime su forma particular en los sujetos individuales. La modulación, por su parte, es un "molde" que se deforma a sí mismo a cada instante, un tamiz en el que cada punto es diferente. Si en cada espacio de encierro siempre se vuelve a empezar, con el control nada termina.
La idea del molde y la modulación nos resulta sugerente para comprender muchas de las transformaciones a las que venimos asistiendo y que comienzan a configurar nuestras vidas. Creemos que esta noción tiene un fuerte peso explicativo para describir algunos aspectos que definen la posición e identidad docentes, especialmente aquellos vinculados al espacio en que se generan los saberes que instituyen a maestros y profesores como tales.
Pasamos entonces de la idea de formación históricamente pensada como molde a la idea de capacitación entendida como modulación.
A riesgo de pecar de cierto esquematismo, identificaremos a la formación como la operación propia de la lógica escolar "moderna", ligada a la formación de la ciudadanía. La capacitación, en cambio, aparece como la operación educadora emergente para la formación del tipo subjetivo propio del tiempo del mercado: el consumidor.
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