En el campo educativo, la diversidad
cultural que se produce es más notoria cuando las instituciones no encuentran
un hilo conductor, cuando las mismas desbordan por los efectos que conlleva la
perforación de sus aulas ante la propagación de diferentes formas de hacer
cultura de sus protagonistas.
Partiendo de la base de que toda
persona transforma su entorno hacia un nuevo horizonte y que las condiciones en
las cuales van fortaleciendo esa autonomía y, en muchos casos, produce
resistencia a las nuevas configuraciones que se van haciendo dentro de las
instituciones educativas y sobre todo en las aulas, lugar predominante y
preponderante en donde confluyen y se van formando nuevos lazos territoriales
educativos.
Tomo la siguiente situación para
analizar:
Un
grupo de alumnos de 4to. Año quedan en el aula en un recreo de 10 minutos
poniendo música de sus celulares
bailando “reggetón” y haciendo el famoso “perreo” entre ellos, lo cual produce
el amontonamiento de las sillas, bancos, la rotura de una banquilla, papeles
desparramados, escrituras de todo tipo en el pizarrón, desorden en general…. La
“fiesta” sigue hasta finalizado el recreo, en donde de ordena el aula, se
juntan los papeles, los bancos y mesas en sus lugares, el pizarrón limpio y la
banquilla queda en el fondo, lugar donde no tiene ningún uso áulico. A ésto se
le suman unos 10 minutos más por la ausencia del preceptor y el profesor a
cargo del aula.
Ningún
preceptor vio nada en ese recreo que pareció una eternidad para los pibes.
Nadie escuchó la música y el aula queda a más de media cuadra en donde se
encuentran los preceptores, profesores y directivos.
Alguien
sube el video en un grupo de “wasap” y se van propagando como virus informático
entre los celulares hasta que llega a los profesores quienes ponen el grito en
el cielo pidiendo severas sanciones a sus participantes. “Hay que llamar a los
padres de estos pibes para que vean el video y sepan qué clase de hijos tienen.
Qué se aplique el acuerdo escolar de convivencia”, esgrime una profesora de
Inglés. “Darles tareas comunitarias dentro de la institución, dejarlos al
límite de faltas y no cubrir las horas libres es el mejor castigo”, increpa el
profe de Matemática. “Estos desvanes no enseñamos aquí. Seguro en la calle
hacen lo mismo, es una mala imagen para la escuela!!”, continua el mismo
docente.
Haciendo un análisis “superficial” de la situación se nota por un lado un modo de
hacer de su tiempo libre de los pibes que interpela con la imagen tajante de
los profesores. El choque generacional hace que los docentes desaprueben la
forma de utilizar el tiempo libre de los pibes en los recreos y que esas formas
deben estar estipuladas en alguna actividad más dispersiva, en vez de unir en
el mismo baile a un grupo de pibes con las mismas características. Ante el no acatamiento de la norma se supone
una sanción.
Analizando un poco más a fondo la
situación, que no resulta tan compleja como se plantea. Es la forma en la cual
los adolescentes habitan ese espacio escolar y ese espacio de ocio, el cual se
le fue otorgado. La forma irrumpe a la
norma. Y es esa “forma” la que produce ruido docente, la molestia y el
rechazo a la cultura juvenil.
Al alterarse el mapa normativo del
aula-escuela, produce fricciones entre lo instituido y lo instituyente. ¿Es acaso el “reggetón” el baile de moda juvenil el cual produce malestar
docente, o es la “forma” de
manifestarse de los adolescentes la que hace mella y quiebra el orden
institucional establecido?. Pasar del orden al desorden y luego al
ordenamiento de la misma situación. Es esa la paradoja docente en donde la
cultura establece su ritmo y forma de manifestarse. Es volver a una
institución normatizada y fomateada
según las modas de los adultos la que trata de moldear el espacio-recreo de los
adolescentes, ése espacio en donde los pibes hace uno de la escuela de la forma
no tradicional, es ahí donde se mezclan y forman lazos, se crean nuevas
subculturas, se transforma y re adecuan modos de hacer. Se transgreden
normatizaciones establecidas y cada pibe muestra su subjetividad.
No es que la actividad escolar, o la
enseñanza o modos de hacer escuela que se realiza en la institución queda
trucada o queda marcada en ese acto de esparcimiento educativo. El sentido de
la escuela y el sentido de “ser” y
habitar la escuela no constituyen dos pilares diferentes, sino que se
complementan. ¿Se apropian menos o más
si se baila reggetón en el recreo?... En este caso concreto se
afianzan relaciones de confianzas, relaciones de grupo, etc. ¿Y si en vez de “vigilar y castigar”
inventamos nuevos modos de hacer los recreos invitando a ese curso a
colocar música en el patio para distender esos cuerpos, para desarmar la estructura
formal áulica?
Mirar la escuela a través de los
lentes de la cultura escolar (Vidal,D) permite ampliar nuestro campo
visual de cómo funciona internamente la institución, nos permite también
recobrar la mirada sobre cómo funciona la cultura escolar dentro de la misma.
El prisma con el cual se mira cambia de color, y en con ése color por el cual
se la mira en donde se descubre nuevas potencialidades, es ahí en la cual el
acto educativo pone su objetivo. No perdamos la mirada sobre lo que sucede dentro
de nuestras aulas, despojándonos de falsos mitos, es sólo de esa manera en
donde tejeremos nuevos y fuertes lazos/entramados educativos. La
territorialización del espacio compartido por los pibes no está sujeta a alguna
norma, es el propio territorio y sus sujetos los que van definiendo los modos
de habitarlo.
Bibliografías
consultadas:
-
Vidal,
D.G. (2007) “Culturas Escolares”
-
Trilla,
Jaume (2009) “Ensayo sobre la escuela. El espacio social y material de la escuela “.
-
Michael
Foucault, (1975) “Vigilar y castigar”.
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