El aprendizaje socioemocional en el aula no tiene una fecha específica de origen, se ha desarrollado a lo largo del tiempo en respuesta a las necesidades del alumnado y las demandas de la sociedad en general.
Sin embargo, veremos unos inicios en la década de los 60 del siglo pasado en el contexto de la educación progresiva, que comenzó a enfatizar la importancia del desarrollo social y emocional del alumnado con un enfoque preventivo; los docentes buscan fomentar la independencia y la creatividad de los estudiantes, promoviendo la confianza en sí mismos y la autorregulación emocional.
A mediados de los 90, en Estados Unidos, se empieza a gestar una teoría y un marco del aprendizaje socioemocional (SEL) a través de investigaciones y trabajos para desarrollar y promover prácticas efectivas en aula. Este proceso lo recoge la organización CASEL (Colaboración para el Aprendizaje Académico, Social y Emocional) creando unas pautas para educadores de todas las etapas; un modelo de cinco competencias que se ha convertido en la referencia a nivel internacional: autoconciencia, autocontrol, conciencia social, habilidades de relación y tomar decisiones responsables.
Poner el foco en la educación socioemocional requiere cuidar un proceso de implantación en toda la comunidad educativa, no centrado exclusivamente en el aprendizaje del alumnado. Sin embargo, pese a los buenos resultados de su aplicación, que han evidenciado resultados positivos y consistentes en diversos países; por ejemplo, en la reducción de los problemas de disciplina y gestión de aula, todavía encontramos resistencia en docentes e instituciones. En algunos foros se defiende que hay una sobrecarga de funciones del rol docente, sobre todo en los cursos más altos, llegando a escuchar o leer afirmaciones como: «tenemos que dar nuestra materia y también trabajar en el aula habilidades socioemocionales…». Quizás deberíamos ir más allá y plantear un rol del docente donde acompañar a nuestro alumnado a comprenderse mejor a sí mismos, su entorno ya los demás fuera una de nuestras prioridades, pensando, especialmente, en la educación básica obligatoria. Ese papel debería ser acompañado y facilitado en un contexto de desarrollo profesional, partiendo de la premisa que la enseñanza es una práctica emocional y las competencias socioemocionales del propio profesor o profesora están relacionadas con su éxito en el aula y el bienestar general.
Como sabemos bien, en realidad, todas las acciones que realizamos en el aula tienen un impacto en el contexto socioemocional de nuestro alumnado. Por ejemplo, la experta en ciencia cognitiva, Pooja K. Agarwal, defiende el concepto de enseñanza efectiva aprovechando cuatro estrategias centrales para el aprendizaje: práctica de recuperación, espacio, intercalado y la metacognición. Las cuatro herramientas tienen el poder de disminuir la ansiedad del alumno porque le ayudan a familiarizarse con su propio aprendizaje, a desarrollar una mejor comprensión de lo que necesita aprender para desempeñarlo en las próximas actividades y desafíos. Un segundo ejemplo sería el protagonismo que adquiere la evaluación en los procesos de aprendizaje,
Una escuela que facilita la implementación de un proceso de aprendizaje socioemocional es una que para, reflexiona, siente, escucha, acompaña… Una escuela con asambleas, debates, prácticas restaurativas, mediación que crea mecanismos de participación del alumnado en la escuela la priorización de tareas a realizar, que hace que el alumnado participe en las decisiones que suceda a su gestión. Una escuela que, incluso, planifique el horario semanal junto con el alumnado y permita progresivamente que elijan las actividades a realizar, el tiempo y dónde llevarlas a cabo.
Tenemos que crear las condiciones para que el alumnado exprese sus pensamientos y sentimientos y tengan cierto grado de control y autonomía sobre las circunstancias de sus vidas, un hecho que, sin duda, reduce el estrés y mejora la participación escolar al aumentar el sentido de pertenencia , competencia y eficacia del alumno en la escuela.
Debemos involucrar, ayudar a nuestro alumnado a realizar como líderes, solucionadores de problemas y tomadores de decisiones. Solo incluyéndolos en la conversación podemos crear un sistema educativo que siga siendo la mejor esperanza para equiparlos para enfrentar los desafíos de nuestra sociedad. Integrar el aprendizaje socioemocional en todos los aspectos y funciones de la escuela no es un reto más para la comunidad educativa, debería ser el prioritario y estar presente en cualquier proyecto transformativo de centro.
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