El mal central de la escuela es su anacronismo y su incapacidad de cambiar, que la condena a una reproducción degrada de lo que alguna vez fue.
De modo que el desafío en educación no es retornar, no es disciplinar,
tampoco refundar, sino iniciar un camino de transformación que nos ponga
de nuevo en la senda de la construcción de una buena escuela que debe
ser diferente a la de la primera mitad del siglo XX.
Sin
pretender tener todas las respuestas, porque nadie las tiene hoy,
propongo con modestia, pero con absoluto convencimiento, los siguientes
ítems.
1- La educación es una llave demasiado valiosa para nuestro futuro como para que resulte del mezquino tironeo entre los gobiernos y los sindicatos. Es necesario que las decisiones se funden en consensos políticos amplios.
No estoy haciendo referencia a vagos e imprecisos acuerdos
pre-electorales sobre esta o aquella política, sino a un compromiso que
garantice la implementación futura de una metodología para la toma de
decisiones, con la consiguiente construcción institucional, que efectivice la incorporación de las principales fuerzas políticas al proceso decisorio.
2- Es imprescindible valorizar la capacidad técnica de los órganos de gobierno del sistema.
Necesitamos un ministerio capaz de producir estadísticas, evaluaciones,
investigaciones serias para ponerlas a disposición de todos aquellos
que lo requieran.
Un órgano capaz de articular los recursos
materiales y simbólicos disponibles en el país para pensar, inventar e
implementar alternativas educativas en un momento en que la escuela
tradicional presenta evidentes limitaciones para dar respuesta a las
complejas demandas de la sociedad contemporánea.
No es la
militancia ni la afiliación gremial el criterio de selección que
garantiza la solvencia que se requiere para gestionar y gobernar el
sistema educativo.
3- Por otra parte, es necesario generar
otras condiciones en las escuelas para que puedan conformarse equipos de
trabajo. No hay ninguna posibilidad de recuperar la calidad de los
procesos de aprendizaje con docentes taxis en la escuela secundaria o
con doble turno en las escuelas primarias.
El desgano, la
inconformidad, el ausentismo, la irrelevancia de la acción pedagógica
está asociada a la saturación que genera el actual modo de trabajo.
4- Lo más complejo es avanzar en el cambio de la concepción de aprendizaje y evaluación que impera en nuestras escuelas.
Nuestros alumnos no sólo saben poco sino que lo que saben no es lo que requiere la sociedad contemporánea.
La escuela sigue pensando que saber es repetir contenidos y resulta que
lo que se necesita es desarrollar la capacidad de resolver, articular,
analizar y extrapolar. Este es el corazón del cambio.
Para esto
hay que intervenir en la formación y capacitación docente de una manera
más decidida y creativa de lo que hemos hecho hasta ahora, redefinir la
propuesta pedagógica y la evaluación con esta orientación y, lo más
difícil, generar una tecnología de instalación en la escuela.
Transformar
la educación es un proceso complejo que requiere considerables
esfuerzos políticos, técnicos y económicos. Desconfiemos de las
soluciones fáciles, baratas y rápidas.
Fuente: clarin.com
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