Educar en tiempos de crisis, de violencia generalizada donde se transmite en las aulas y pasa, muchas veces, desparecibida por las autoridades, es un desafio para todos quienes tenemos la tarea de mostrar el conocimiento y ponerlo a disposición de quienes se empeñan en la tarea de construir el futuro.
En proceso de transformación curricular que se vinieron suscitando en la Argentina, produzco un vuelco muy poco positivo. Por un lado empezaron a funcionar escuelas de Niveles Intermedios, luego la creación de EGB (por sus distintas propuestas), para culminar en el nivel Polimodal, teniendo el mismo diferentes modalidades.
Cada cambio en la política a nivel nacional trajo, exhorablemente, un cambio a nivel educativo, lo que repercute en todo su ámbito, pues las pautas no se dejan en claro y, como todos sabemos, los cambios son a largo plazo. No podemos esperar que cada cuatro años nuestra educación produzca los frutos esperado, a sabiendo que el proceso es generacional.
Sumado a todos estos cambios, se agrega un aditivo extra: la violencia dentro de las aulas. Podemos decir que la violencia puede ser tomada desde dos puntos de pista (tomando a Silvia Bleichmar): en primer lugar la ausencia de proyectos para el futuro y la segunda, las promesas incumplidas en quienes se deposita. En su libro "Violencia social-violencia escolar", nos da un espacio para mirar al conjunto de la sociedad argentina.
El proceso de construcciones de subjetividades. No intento hacer de este post un proceso histórico de las diferentes posturas que han tomado al "sujeto" y definido como tal -el mismo quedará la otra ocasión-.
Si vemos y analizamos la película Matrix, en la misma se concibe un mundo dominado por las máquinas donde las personas viven en la ilusión de gozar de libre albedrío. Sin embargo, sus destinos están prefijados y sólo existen gracias a la voluntad de quienes las controlan.
Para aquellos que lograron salir de la matrix, saberse libres de actuar sin ataduras y constituir sus identidades a través de sus actos les aterra hasta el punto tal de plantearse la posibilidad de volver a conectarse, aún aceptando la sujeción que ello supone.
Esto supone que cada sujeto, en nuestro mundo real, en nuestras aulas, deberá construir su propia subjetividad, no a cualquier precio o aceptando cualquier tipo de imposición; sino, por el contrario, con la plena libre voluntad de que al hacerlo, por sus propios medios verá compensado y esforzado su propia capacidad de autoconstrucción. De otra manera estaremos forjando a construir solo "réplicas" que todos los modelos educativos obsoletos nos enseñaron
En proceso de transformación curricular que se vinieron suscitando en la Argentina, produzco un vuelco muy poco positivo. Por un lado empezaron a funcionar escuelas de Niveles Intermedios, luego la creación de EGB (por sus distintas propuestas), para culminar en el nivel Polimodal, teniendo el mismo diferentes modalidades.
Cada cambio en la política a nivel nacional trajo, exhorablemente, un cambio a nivel educativo, lo que repercute en todo su ámbito, pues las pautas no se dejan en claro y, como todos sabemos, los cambios son a largo plazo. No podemos esperar que cada cuatro años nuestra educación produzca los frutos esperado, a sabiendo que el proceso es generacional.
Sumado a todos estos cambios, se agrega un aditivo extra: la violencia dentro de las aulas. Podemos decir que la violencia puede ser tomada desde dos puntos de pista (tomando a Silvia Bleichmar): en primer lugar la ausencia de proyectos para el futuro y la segunda, las promesas incumplidas en quienes se deposita. En su libro "Violencia social-violencia escolar", nos da un espacio para mirar al conjunto de la sociedad argentina.
El proceso de construcciones de subjetividades. No intento hacer de este post un proceso histórico de las diferentes posturas que han tomado al "sujeto" y definido como tal -el mismo quedará la otra ocasión-.
Si vemos y analizamos la película Matrix, en la misma se concibe un mundo dominado por las máquinas donde las personas viven en la ilusión de gozar de libre albedrío. Sin embargo, sus destinos están prefijados y sólo existen gracias a la voluntad de quienes las controlan.
Para aquellos que lograron salir de la matrix, saberse libres de actuar sin ataduras y constituir sus identidades a través de sus actos les aterra hasta el punto tal de plantearse la posibilidad de volver a conectarse, aún aceptando la sujeción que ello supone.
Esto supone que cada sujeto, en nuestro mundo real, en nuestras aulas, deberá construir su propia subjetividad, no a cualquier precio o aceptando cualquier tipo de imposición; sino, por el contrario, con la plena libre voluntad de que al hacerlo, por sus propios medios verá compensado y esforzado su propia capacidad de autoconstrucción. De otra manera estaremos forjando a construir solo "réplicas" que todos los modelos educativos obsoletos nos enseñaron
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